Nada queda

 

Nada queda en el alma atormentada

Por la soledad inefable de los que nos dan,

Besos sin calor, abrazos sin amor, nada

Que cubra las heridas milenarias genéticas

De nuestro pobre corazón. Y nadie es culpable.

 

Ni nosotros mismos que sufrimos sin hablar

Tampoco los que hablan con saetas venenosas

Por qué así los enseñaron a golpear y recibir;

Tampoco los dioses cristianos, mucho menos

Los Mahometanos pues no los puede aceptar

El divino Jehová. Es sino nuestro

Propio destino, como lo fue de Cristo y

Mahoma, es un destino de sufrimiento

Para todos los que dan y los que reciben.

 

Sí, el infierno existe y está en nuestro

Universo, en este camino de leche

Que no se puede beber.

 

En una piedra bella que los condenados

Destruyen en su angustia por vivir

Y transcurrir, pobres infelices

Los dioses ya los condenaron

Trascender, jamás podrán.